La mano que mece la cuna

Siento una sensibilidad especial hacia los niños y los ancianos, despiertan en mi un curioso sentimiento un tanto contradictorio: una agradable ternura y por otro lado me aflige esa misma situación de debilidad e ingenuidad que me enternece. Se me hacen a los ojos tan espontáneos como desvalidos, los pequeños por curiosos e ingenuos, los mayores por la clarividencia que dan los años que restan sus días, ambos maestros en relativizar lo que al resto nos parece importante o imposible, sin embargo en ambos casos toda su fuerza radica precisamente en lo vulnerables que resultan ante el mundo, bien porque les queda todo por aprender o porque ya no lo entienden.

Esa patente condición de fragilidad convierte a cualquier ser que pueda ejercer abuso sobre esos colectivos en algo inmundo, ruin y mezquino, sea con el engaño, trampa o estafa, con el descuido y la ignorancia, con el maltrato, las vejaciones, por no decir los abusos sexuales.

Sin atender ni entender que es Ley o Justicia, para mí existe un principio moral único y universal, indiscutible, como si fuera escrito por cualquier orden superior en el que alguien quiera creer y que es incuestionable, que trasciende a cualquier frontera: La infancia es sagrada. Así de conciso y tajante, sin más razonamientos, sin querer comprender qué mueve las entrañas de un canalla si es que las tiene para propasarse o ni siquiera imaginarlo, sin reparar ni importarme el tipo de desviación psicológica que le lleva a esta parafilia.

La pedofilia no tiene perdón divino ni humano, me resulta intolerable, y noticias como las del continuo abuso del afamado y conocido presentador de la BBC, Jimmy Savile, durante más de cuatro décadas a cientos de niños me mutilan el alma, con más de 200 delitos sexuales, incluidas violaciones, que hoy son investigados, para el escarnio del difunto verdugo y las víctimas sobreviviendo a su agrio recuerdo. Cómo se iba a sospechar de una celebridad cuya fama y apoyo a instituciones de menores le precedía, cómo iban a creer las declaraciones de las tímidas denuncias aisladas contra un honorable miembro de la sociedad británica, contra la mano que mecía la cuna. Una vez más el Sistema (odiosa definición) falla y llega tarde, muy tarde, sin posibilidad de juzgar a un ser vil, mezquino, del que sólo se empañará su memoria y de ella el honor que pueda quedar. Tarde, demasiado tarde y con el monstruo y sus pecados enterrados, sin juzgar; él ya se fue, no por lo que la justicia -aún resultando políticamente incorrecto y más detesto hoy día esta expresión- se lo hubiera llevado por delante, es más, yo mismo le habría puesto la soga al cuello.

Que jamás descanses en el Infierno, malnacido.

The Smiths. "The Hand That Rocks The Cradle" (The Smiths, 1984)

(...)
Por favor, no llores por el fantasma y la tormenta de afuera
No invadirá este santuario sagrado
ni tampoco se infiltrará en tu pensamiento.
Mi vida, quédate en la cama, me voy a echar
por si el hombre del saco intenta
hacerle trampas a tu mente sagrada
y molestarla, atormentarla y tentarla
agitando un telar de tinieblas.
Un piano suena en una habitación vacía,
esta noche habrá sangre en el cuchillo
y cuando la oscuridad se levante y la habitación esté iluminada
todavía estaré a tu lado
Porque tú eres lo único que importa
y te amaré hasta el día en que me muera
Nunca habrá anhelo en tus ojos
mientras la mano que mece la cuna sea la mía
Las sombras del techo van y vienen
y cuando el armario se eleva como una bestia de presa
hay tristeza en tus preciosos ojos
Oh, eres puro, inmaculado, unos ojos maravillosos
Mi vida, túmbate, me voy a echar
¿Deberían los espíritus inquietos intentar hacer trucos a tu mente sagrada?
Una vez tuve un hijo, y eso me salvó la vida
y ni siquiera he preguntado su nombre
sencillamente miré sus maravillosos ojos
Y dijo: "Nunca, nunca, nunca otra vez"
Y no demasiado tarde repetí
como una polilla va a la llama
Así que mis huesos sonaban sobre todas las piedras
sólo soy un mendigo que no pertenece a nadie
Oh, mira como las palabras son tan viejas como el pecado,
me encajan como un guante,
Estoy aquí y aquí me quedaré,
Nos podemos tumbar juntos, rezar juntos
Nunca habrá anhelo en tus ojos
mientras la mano que mece la cuna sea la mía,
mientras la mano que mece la cuna sea la mía,
mía.
Sube a mi rodilla, Sonny Boy
Aunque sólo tengas tres (años), hijito
eres, eres mío
y tu madre nunca lo sabrá
Oh, tu madre...
Mientras que, mientras que, mientras que...
Hice lo que pude por ella,
hice lo que pude por ella
Mientras que, mientras que, mientras que...
Hice lo que pude por ella,
hice lo que pude por ella
Oh...

The Smiths | The Hand That Rocks The Cradle ------> (Lyrics)
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"En la medida en que el sufrimiento de los niños está permitido, no existe amor verdadero en este mundo."
Angela Isadora Duncan (1877-1927), bailarina y coreógrafa estadounidense.